Después de cinco días de drama y especulación, Pedro Sánchez ha anunciado que no renunciará como primer ministro de España.
Sánchez publicó una carta en Twitter/X el miércoles anunciando que pausaría sus deberes públicos para revisar su futuro, después de que un juez iniciara una investigación judicial penal por acusaciones de que su esposa, Begoña Gómez, utilizó su posición para ejercer influencia.
Pero Sánchez, de 52 años, anunció el lunes que “continuará con más fuerza al frente del gobierno de España”, agregando que esto es “un punto de inflexión” en su mandato.
La decisión pone fin a un período de cinco días de suspenso que llevó al país a un punto muerto político y debilitó aún más la posición de su gobierno de coalición.
Hasta el último minuto, ni siquiera sus ministros y asesores más cercanos conocían su decisión después de pasar el período de “reflexión” recluido en el Palacio de la Moncloa, sede del gobierno en Madrid. Sin embargo, sí visitó al rey Felipe para comunicarle su decisión antes de anunciarla.
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Sánchez es visto en igual medida como víctima de la política tóxica de España y responsable de ella, pero enmarcó su justificación para permanecer en su cargo como los fundamentos de un punto de inflexión.
“Esto no se trata del destino de un líder en particular. Se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser”, dijo. “Nuestro país necesita esta reflexión. Durante demasiado tiempo hemos permitido que el fango contamine nuestra vida pública”.
Citó las manifestaciones del fin de semana como influencia en su decisión de quedarse. “Mi esposa y yo sabemos que esta campaña de difamación no se detendrá, la hemos estado sufriendo durante diez años… Podemos soportarlo”.
“Hago un llamado a la sociedad española para que dé ejemplo una vez más. Los males que nos afligen son parte de un movimiento global. Mostremos al mundo cómo defender la democracia”.
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La tensión que rodeaba la anticipación de su anuncio se vio subrayada por la división entre expertos y políticos sobre si renunciaría o no. Una encuesta encargada por el periódico La Razón sugirió que casi el 60 por ciento de los españoles pensaban que debería dimitir. La televisión estatal TVE, bajo el control de Sánchez, agregó un reloj de cuenta regresiva a sus noticias mostrando el tiempo que faltaba para su anuncio.
La crisis llegó solo cinco meses después de que formara un gobierno con el apoyo de un partido separatista catalán liderado por un fugitivo de la justicia española.
El miércoles, el tribunal abrió la investigación contra Gómez en respuesta a una denuncia del grupo de presión anticorrupción Manos Limpias, cuyo líder está vinculado a la extrema derecha española. El sitio de noticias en línea El Confidencial dijo que se centraba en los vínculos de Gómez con Air Europa cuando estaba en conversaciones con el gobierno para asegurar un gran rescate y ella era directora de un instituto empresarial en Madrid.
Tanto Air Europa como el Centro África del Instituto de Empresa (IE), donde trabajaba Gómez, han negado cualquier irregularidad en los rescates de 475 millones de euros recibidos por la aerolínea durante la pandemia.
El lunes, Sánchez afirmó que los ataques eran parte de “un movimiento reaccionario global que busca imponer su agenda regresiva a través de la difamación y la falsedad, el odio y los llamamientos al miedo”.
José Manuel Albares, el ministro de Asuntos Exteriores, dijo que la continuidad de Sánchez era “una buena noticia para España… buena para las políticas progresistas que lidera y encarna” y “buena para la posición de liderazgo de España en Europa y en el mundo”. Añadió: “No podemos tolerar que ningún ciudadano, y mucho menos el jefe del gobierno, sufra estos ataques”.
Con las elecciones regionales catalanas previstas para el 12 de mayo, sin embargo, sus aliados separatistas ridiculizaron al primer ministro socialista. Pere Aragonès, el jefe del gobierno de Cataluña, calificó el “drama de cinco días” como una “frivolidad”.
Alberto Feijóo, el líder del conservador Partido Popular (PP), calificó el discurso del primer ministro el lunes como “el discurso más peligroso que ha pronunciado” porque “no quiere oposición, no quiere justicia y no quiere medios de comunicación”.
También acusó a Sánchez de “incluso utilizar al rey como actor secundario en su película”, refiriéndose a la reunión del lunes por la mañana con el rey Felipe VI, un paso que también habría sido necesario si hubiera decidido renunciar.
“Pero todo es demasiado burdo y obvio, y la sociedad española no se dejará engañar”, agregó Feijóo. “Después de su teatro, su realidad no ha cambiado ni un ápice. Todavía hay dos investigaciones en la Audiencia Nacional sobre la presunta corrupción de su partido, su gobierno y su entorno”.
La izquierda en España ensalza a Sánchez como un escudo contra lo que consideran la amenaza que la extrema derecha representa para el país y Europa. Lo veneran por su política “progresista” y por mantener a la izquierda en el poder a pesar de la política fragmentada del país. Sus seguidores señalan el aumento del salario mínimo, las pensiones y las reformas laborales de su gobierno, y que la economía española ha demostrado ser relativamente sólida después de la pandemia de Covid-19.
Sus críticos, sin embargo, lo han caracterizado como un político maquiavélico y “asesino” cuyo afán de poder a cualquier costo ha dividido aún más el país, debilitado a su propio partido y corroído las instituciones de España. Señalan la polémica ley de amnistía, que anteriormente dijo que era “inconstitucional”, que utilizó para obtener el apoyo de los separatistas catalanes y mantenerse en el poder después de las elecciones inconclusas de julio.
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Su carta, sin embargo, fue considerada por muchos como una debilitación de su posición. También sugirió a algunos que su reputación como un operador de mentalidad fuerte se vio socavada por una fragilidad latente.
Sánchez, exjugador de baloncesto, escribió en su autobiografía de 2019, Manual de Resistencia: “He aprendido a esforzarme hasta que el árbitro pite el silbato final”. Luchará, pero el futuro de la política española sigue siendo incierto.